El psicólogo infanto-juvenil, especializado en duelo, David Oslé nos habla del duelo infantil. Para ello nos hace una diferencia del duelo típico en adultos y sus diferencias con el infantil. Tras esto nos explica cómo deberíamos abordarlo con los menores y qué herramientas como adultos podemos ofrecerles.
El duelo es un proceso normal
Tras haber hablado sobre el duelo en la tercera edad hace un tiempo. Hoy os traemos la entrevista de David Oslé, psicólogo infanto-juvenil especializado en duelo, que vino a hablarnos acerca de cómo es un proceso de duelo en los más pequeños de la casa. David colabrora con la Fundación Mario Losantos del Campo, a la que os invitamos a conocer y seguir en sus diversas redes (Facebook, Instagram y Twitter)
El duelo es un proceso normal, que empieza con la muerte y que, en algún momento, se termina. Todas las personas pasamos un proceso de duelo en algún momento de nuestra vida y solo un 5-10% acaba necesitando ayuda profesional por un duelo que se complica.
Según el entrevistado, a la hora de hablar con los menores sobre el duelo, las personas nos apoyamos en el posible impacto o la dificultad que creemos que tienen los niños para procesar la situación, sin embargo, durante la entrevista nos mostró cómo los niños son resilientes y capaces de enfrentar cualquier dificultad.
David nos propone que expliquemos a los niños la muerte a partir de los conceptos fundamentales que subyacen a ella. Estos serían:
– La muerte es universal: todos nos vamos a morir
– La muerte es irreversible: el que se muere no se le va a volver a ver
– La muerte tiene una causa física: no es por algo moral, religioso, si no que ocurre por algo físicamente (problema biológico)
– La muerte es una interrupción de las funciones vitales
La plasticidad del menor hace que los niños vayan aprendiendo poco a poco a gestionar sus emociones, además tienen un filtro de la realidad que son sus propios padres. A partir de ellos aprenden a gestionar sus emociones por aprendizaje vicario (donde los padres son el modelo de aprendizaje).
¿Cuándo podemos decir que las experiencias del duelo en los niños dejan de ser normativas?
David comienza aclarando que las manifestaciones del duelo en las primeras semanas y meses pueden ser de todo tipo. Desde una alegría extraña y desorbitada, hasta escuchar la voz del fallecido… pues es tal el shock que nos desajusta la realidad y eso es esperable. Es normal encontrar a los niños irritables, ansiosos, tristes, con mucho miedo. Que aparezcan una angustia por la separación muy grande hacía la figura de referencia que queda viva (muere el papá y se pegan a mamá). A nivel cognitivo es normal encontrar a personas con fallos de memoria, con algún despiste…incluso hablar con el fallecido, cosa que solemos pensar como preocupante, es algo normal en este momento (lo preocupante es si este responde).
Para David lo importante es pensar en estas tres variables: frecuencia, intensidad y duración. Si hay demasiadas de las tres, es cuando habría que plantearse ir a un profesional. Así mismo, una situación que hace que sea más complicado la vivencia del duelo es no poder despedirnos de la persona que ha fallecido. Ahora, con motivo del Covid-19, lo estamos viendo mucho. La incertidumbre que no despedirnos genera hace que la ansiedad se dispare y de ahí que los pensamientos también aparezcan cargados de catastrofismo y angustia. Ir al tanatorio facilita que podamos tener el choque de realidad de ver a la persona fallecida y entender que no va a volver.
¿Qué herramientas pueden usar los padres?
Las personas en occidente vivimos desde una separación de las emociones como positivas y negativas, pero la realidad es que todas las emociones tienen una función y son importantes y necesarias. Sentir tristeza, enfado, etc. es normal y necesario para procesar el duelo.
La mayoría de las veces si el niño tiene un duelo, los padres también están en su propio proceso. Los menores aprenden mucho por modelado, mirando a sus padres e imitándoles. Desde ahí, si los padres ocultan la tristeza el niño verá que eso es lo correcto y ocultará su tristeza (puesto que por mucho que el padre quiera tapar, el niño ve la tristeza). Si los padres enseñan a manejar la tristeza, el enfado… si se puede hablar con el menor y explicarle que hoy me siento así y que puedo sentir la emoción y seguir haciendo cosas como ver una película, dar un paseo, hacer algo de comida, pedir un abrazo, etc. para poder gestionarlo. Y de esa manera darle herramientas al menor para gestionar esas emociones que va sintiendo.
Hay que tener en cuenta que los niños, gracias a su plasticidad cerebral, son muy resilientes, flexibles y capaces de transitar el duelo de una forma mucho más rápida que muchos adultos. Para ayudarles es importante que los adultos permitan espacios para el diálogo, tener un momento para poder hablar de las emociones y de la persona que se ha perdido. Además, los niños son muy egocéntricos, y desde ahí pueden culparse sobre cosas que ocurren, por ello es importante estar pendientes de esto para que el niño no se culpe por lo ocurrido y pueda expresarlo.
Una última reflexión
De manera cultural aparece una imposición en la que los padres tienden a proteger a los niños, a veces a costa de ellos mismos, por el miedo a traumatizar al niño. La realidad es que traumatizar al menor no es tan fácil. Permitir que vea esa parte de los padres, la dolida y dañada, y ver cómo actúan para recuperarse, le hace mucho bien al menor
Consideramos importante, por tanto, responder a todas las preguntas del niño, que puedan expresar el dolor a su manera, que puedan llorar. Para el niño además, es importante contarle la verdad, explicarle la diferencia entre enfermedades (es decir, cuáles son graves y matan y cuáles no) y hablarle de la nueva situación (qué va a ocurrir a partir de ahora). Para los niños es bueno que puedan poco a poco entrar en rutina y seguir con sus hábitos de vida normales.
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