Guillermo Reglero, catedrático de ciencias de la alimentación en la UAM y director de IMDEA alimentación, nos explica la relación que existe entre nutrición y cerebro. Se exploran diversos conceptos como la nutrición y las enfermedades neurodegenerativas. Además de dar consejos sobre como cuidar nuestra salud mental a través de la alimentación.
¿A qué os dedicáis en el área de Ciencias de la Alimentación de la UAM y el IMDEA Alimentación?
El Departamento de Ciencias de la Alimentación de la UAM y el IMDEA Alimentación trabajan en el desarrollo de productos y estrategias que tienen como eje utilizar la alimentación como herramienta preventiva y terapéutica eficaz para las enfermedades crónicas, con el enfoque de la nutrición de precisión. Es decir, la nutrición desde un abordaje molecular.
¿Qué es la nutrición de precisión y en qué consiste el abordaje molecular que mencionas?
El metabolismo y los procesos corporales son muy dependientes de la genética y situación fisiológica. Para la ropa hemos inventado las tallas. Para que la nutrición sea una herramienta efectiva para mantener o recuperar la salud hay que hacer lo mismo y adaptar las estrategias nutricionales y los productos alimentarios para la salud a la biología específica de las personas.
La nutrición de precisión se basa en el conocimiento a fondo de los procesos corporales, de lo que ocurre a nivel molecular. Eso ya lo podemos hacer desde 2003, cuando se descubrió el código genético humano y a partir de ahí se desarrollaron las tecnologías ómicas. Eso marcó la separación entre la nutrición clásica que trata de mantener un buen estado de salud y la nueva nutrición cuyo objetivo es curar.
¿Entre las enfermedades crónicas que pueden mejorarse mediante la nutrición, están las que afectan al cerebro?
Sí. La relación entre la alimentación y el desarrollo, funcionamiento y mantenimiento del estado de salud del cerebro está demostrada. Existen artículos de investigación sobre nutrición y cerebro desde finales del siglo XIX. En los años 70 se hicieron descubrimientos trascendentales en cuanto a dieta, función cerebral y comportamiento. Esto fue como resultado de estudios sobre, por ejemplo, el contenido en triptófano de la dieta. Desde entonces sabemos que comer pavo, pollo, leche, queso, pescado o huevos van bien para nuestro estado de ánimo.
¿Cómo ves el estado actual del conocimiento en nutrición y cerebro?
El campo es inmenso. Ya lo es por sí mismo el estudio del cerebro así que para conocer bien sus interacciones con la alimentación nos queda mucho camino. Un estudio reciente de la University of Graz, Austria, demostró que el uso de la nutrición en psiquiatría es una herramienta muy prometedora para la prevención y el tratamiento de las enfermedades psiquiátricas, al nivel de la terapia farmacológica, la psicoterapia y la actividad física.
El número de publicaciones de resultados de la investigación crece continuamente. En los últimos años hay de 200 a 300 artículos nuevos de investigación al año. El último que he visto publicado es un trabajo de un grupo del Institute of Nutritional Medicine de la Universidad de Hohenheim en Alemania. Hace una revisión de la relación entre la dieta y las enfermedades neurodegenerativas. En ella que concluyen que la dieta mediterránea, el pescado y el té pueden estar inversamente relacionados con el desarrollo de estas enfermedades.
Hay también muchos estudios sobre los efectos de la restricción calórica en los estudios sobre envejecimiento. Desde el punto de vista neurológico hay que cuidar muy bien cómo se hace.
¿Cuáles son las funciones que cumplen nutrientes y componentes de los alimentos en nuestro cerebro?
La glucosa es el nutriente que aporta energía al cerebro. Los hidratos de carbono que aportan los alimentos son la fuente principal de glucosa. Se recomienda que los hidratos de carbono complejos siempre prevalezcan sobre los simples porque permiten que la glucosa se libere paulatinamente y se mantenga estable la glucemia. En cualquier caso, en la dieta que hacemos en general sobra la glucosa.
El DHA es una grasa ω-3 muy abundante en el sistema nervioso central y periférico, ubicándose principalmente en los fosfolípidos de las membranas neuronales. El DHA tiene un papel fundamental en la neurogénesis y sinaptogénesis, en el desarrollo fetal y durante los primeros dos años de vida. Hay estudios que asocian el consumo de DHA con el rendimiento escolar en niños de determinados perfiles genéticos. El DHA está en el salmón, el atún, las sardinas, etc.
El fósforo, hierro, calcio, zinc y yodo son minerales que ejercen funciones reguladoras de los procesos cerebrales pero que igualmente están en nuestra dieta habitual.
El ácido fólico y las vitaminas del grupo B, que se suelen encontrar en muchos alimentos y en especial en el pescado azul o los frutos secos, se necesitan para que tenga lugar la síntesis de neurotransmisores que son sustancias fundamentales para el correcto funcionamiento cerebral.
Las proteínas son también muy importantes en el funcionamiento cerebral ya que son la fuente de aminoácidos que se requieren para dar lugar a los neurotransmisores. El más importante es el triptófano que es un aminoácido que procede de las proteínas que contienen las carnes, los pescados, los frutos secos y bastantes frutas y hortalizas. A partir del triptófano el cerebro produce serotonina, un neurotransmisor que desempeña un papel fundamental en el comportamiento, la depresión y la ansiedad o melatonina una hormona que sincroniza el ritmo circadiano sueño-vigilia y que es fundamental para un buen estado de salud.
Pensando en la capacidad preventiva y terapéutica de la nutrición, ¿Qué alimentos nos pueden ayudar con las enfermedades neurodegenerativas?
En cuanto a su origen, las enfermedades crónicas comparten patrones comunes como son el estrés oxidativo y la inflamación. En el caso de las enfermedades neurodegenerativas también se dan estos procesos por lo que la nutrición está siendo objeto de la atención de los científicos por sí puede contribuir a prevenir estas enfermedades mediante estrategias basadas en la alimentación.
La neuroinflamación es un factor clave del deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas, incluyendo la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la esclerosis lateral amiotrófica, lesiones isquémicas y la esclerosis múltiple. Por ejemplo hay estudios recientes sobre el licopeno, un carotenoide que está en el tomate y la sandía y que se ha demostrado que reduce la producción de citoquinas proinflamatorias IL-8, -6 y -1 y modula el estrés oxidativo sobre-expresando enzimas antioxidantes y citoprotectoras. Se ha visto también que estimula el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), mejorando la neuroprotección.
Pero seguramente el grupo de nutrientes con mecanismos neuroprotectores mejor conocido es el de los polifenoles. Los polifenoles, como el resveratrol de las uvas, la curcumina, epigalocatequina-3-galato del té verde y ácido carnósico del romero, son capaces de proteger contra la neurodegeneración mediante la activación de determinadas vías moleculares que ya han sido muy bien estudiadas. Los polifenoles también estimulan los factores de receptores neurotróficos que desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento de la salud neuronal. Son muy conocidos en neurociencia receptores neurotróficos como en el BDNF, involucrado en el aprendizaje y la memoria, el NGF que es crucial para la supervivencia de las neuronas del cerebro y el GDNF, que regula la supervivencia celular y la plasticidad sináptica.
¿Qué alimentos recomendarías incluir siempre en una dieta semanal para cuidar el cerebro?
Legumbres, hortalizas como el tomate, pescado azul, carne de pavo o pollo, huevos, leche, yogur y queso, frutos secos, fruta, especialmente pequeños frutos rojos o morados.
¿Qué alimentos tendríamos que tratar de eliminar para cuidar nuestro cerebro?
A lo mejor no eliminar del todo pero sí reducir: el alcohol, los precocinados industriales, las carnes rojas, la grasa de origen animal, las frituras y en general el aceite que no sea oliva virgen extra.
¿Existe una dieta ideal o depende de cada persona?
La nutrición de precisión también se aplica al cerebro. En nutrición y neurociencia son muy claras las diferencias entre la etapa de desarrollo del cerebro prenatal, infancia, adolescencia y envejecimiento.
En los últimos 25 años primaron las investigaciones sobre el desarrollo cerebral y en lo que llevamos de siglo XXI va en aumento el estudio del envejecimiento y las enfermedades degenerativas asociadas. En la infancia el DHA, un omega-3 presente en los pescados azules, es esencial para un adecuado desarrollo neurológico y de comportamiento. En el envejecimiento se sabe que son esenciales los antioxidantes y antiinflamatorios, como los compuestos fenólicos presentes en muchas frutas y verduras.
¿De qué manera podemos recibir educación alimentaria y nutricional hoy en día?
Es fundamental que haya una buena educación nutricional desde la infancia y a lo largo de la vida. Que se despierte y mantenga la importancia de la alimentación y aporte conocimientos básicos de nutrición. Como esta es una ciencia en constante evolución, los centros de investigación especializados deben incluir en su misión la comunicación de los avances .
¿Alguna recomendación para las dietas en periodos de confinamiento?
En el confinamiento hay una característica general: el menor consumo energético. Tenemos que ingerir menos calorías, es decir, comer menos en general.
Si necesitamos menos energía hay que reducir los hidratos de carbono y las grasas aumentando la proporción de proteínas. Luego se puede afinar un poco más según cuales sean los motivos del confinamiento.
Si es por una pandemia, como nos ha ocurrido con el coronavirus, convendrá además mejorar el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario. Nos vale la recomendación general de tomar más proteínas, minerales y vitaminas que hemos visto son buenos para el cerebro. Nos valen también los omega-3, como el DHA y en este caso la vitamina D, que hay que recordar que hay que activarla tomando un poco el sol.
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