Aprendiendo a frustrarse
En los ritmos de nuestra vida actual y en una cultura de la inmediatez, son pocos los espacios que nuestros hijos tienen para frustrarse y esto genera cada vez una menor tolerancia. Sin embargo, la frustración es un motor de vida; con los límites y los “noes” vamos marcando el camino y la estructura del mundo y esto aporta la seguridad y claridad necesarias para crecer e ir enfrentándose a los retos que van poniéndose delante.