Maribel Maestre, experta en psicoterapia Gestalt y sistémica, nos habla sobre el duelo y su evolución en la vida de la persona que lo pasa.

Negar la muerte: antigua y nueva normalidad

Al comienzo de la entrevista Maribel nos presentó su nuevo proyecto, basado en la situación de pérdida que la pandemia ha traído a nuestras vidas. Nos habló de cómo quería hacer talleres en la “nueva normalidad” para favorecer un acompañamiento ante la pérdida y el duelo que todos estamos sufriendo.

Profundizando en el tema de las pérdidas, Maribel nos habló en un principio de la muerte. Y para ello nos dejó claro que es algo inevitable, la hacemos solos, todos vamos a pasar por ella, y es definitiva. Además, requiere que, tanto la persona que la pasa como los que le rodean, saquen a relucir todos sus recursos para poder pasar el trámite. Esto choca con una sociedad que constantemente evita la muerte, que la invisibiliza y no la incorpora como parte de vivir, y eso hace que sea mucho más difícil de aceptar. El acompañamiento ayuda a poder incorporarlo de la mejor manera posible, sin desbordarse.

¿Cuáles son las fases del duelo?

Tras aclarar que la muerte es algo natural y normal, Maribel pasó a hablarnos de las diferentes fases del duelo. La primera fase del duelo es la negación. Negar la realidad de la pérdida, vivirla como algo irreal. Maribel nos hace una reflexión de cómo parece que esta es la fase en la que la sociedad más tiempo pasa. Además, la negación no aparece sola en la sociedad, pues parece que va acompañada de la racionalización, un intento de comprensión cognitiva de lo que ha sucedido. Protegiéndonos con esas dos fases (negación y racionalización) nos impedimos pasar a través de las siguientes fases, de tal manera que congelamos el duelo sin permitirnos elaborar y entender qué es una pérdida.

Tras esto, Maribel nos habló de la fase emocional de duelo. Nos explicó cómo esta fase está compuesta por diferentes fases: la primera es la rabia en la que surge todo el enfado con la vida y el momento en el que tenemos la pérdida (como si hubiera algún buen momento), la rabia suele ser la primera emoción porque suele ser la que tapa el dolor y nos facilita movernos.

Tras la rabia surge el miedo, porque uno ya conecta con la inevitabilidad de haber perdido y todo lo que eso supone. Del miedo se pasa a la tristeza, momento en el que empezamos a soltar energía a través de empezar a aceptar lo que ha sucedido y permitirnos sentir el dolor.

Tras eso llegamos a la aceptación emocional, momento en el que se acepta la realidad de la situación y recordamos que somos personas que queremos y nos quieren. Y, por último, la fase de cierre, en la que llega la gratitud hacia la persona por todo lo que nos dio, y el perdón si hubiera que darse a nosotros mismos por lo que dejamos sin hacer.

La culpa ante la muerte

Una vez explicadas las diferentes fases emocionales, quisimos explorar el concepto de la culpa dentro del duelo. Maribel nos contestó como la culpa, el intentar entender, está muy relacionado con el ser humano “haciente” (“tendría que haber hecho otra cosa”) que se sitúa en la parte de la rabia y el miedo. Sin embargo, en la tristeza y el dolor nos encontramos con el ser (“somos seres dolientes, somos seres amorosos”). Al final, la aceptación viene de aceptar el ser, aceptar lo que somos en ese momento.

También quisimos saber qué pasaba con toda esa parte de ida y vuelta que suele tener el duelo dentro de sus fases, en la que la persona va de una fase a otra según el momento y cómo se encuentre. Maribel nos aclaró cómo podemos ir yendo y viniendo de la parte emocional a la racional según lo necesite la persona en duelo. La emoción puede dar mucho miedo y la razón venir a salvar a la persona de esa sensación de desbordarse y romperse, sobre todo en función de lo que pueda estar pasando en el día a día y la compañía que la persona siente que tiene. Maribel nos explicita, además, como los duelos se resignifican y se actualizan a medida que la vida avanza y vamos viviendo diferentes cosas.

No existe el duelo ideal

Con todo esto, Maribel nos explica que cada uno se enfrenta al duelo a su manera y con sus tiempos, y eso implica que la persona puede tardar incluso años en ser capaz de acceder a la parte emocional de la pérdida y llegar a aceptarla.

De este punto quisimos pasar a abordar qué sucede con esos casos en los que la persona puede llegar a no permitirse estar bien y seguir con su vida, quedándose enganchados en la culpa. Maribel nos explicó que podría considerarse un duelo más patológico, sobre todo si la persona no se permite vivir tras un tiempo razonable, quedándose enganchada en emociones de tristeza y miedo, congelando el duelo.

Pero ¿en qué tendríamos que fijarnos para notar si el duelo se complica? 

Maribel nos explicó que había que tener cuidado con los extremos. Las señales de un duelo complicado pueden ser tanto una tristeza crónica congelada que paraliza como una sobrecarga frenética de movimiento. Hay que cuidar lo que se construye sobre la herida del duelo. Puede ser lo que mantenga congelado ese dolor y lo agrave, manteniendo oculto el dolor.

Es importante a la hora de abordar ese dolor oculto, desmontar todas las barreras que la persona ha organizado para defenderse del dolor, entendiendo que el dolor agudo es algo que pasa rápido, y que el miedo a perder el control es solo miedo, por que ese dolor no tiene el poder de desestabilizar durante mucho tiempo, en situación normal.

Esta situación sobre el dolor nos llevó a preguntar acerca del duelo exagerado, cuando la persona se va al extremo en su expresión emocional. Maribel diferenció entre dolor y sufrimiento. Nos explicó como en ocasiones la gente se engancha al sufrimiento y lo que este genera, como son los beneficios secundarios.

¿Cómo ha sido el duelo durante la pandemia?

Con toda la parte del duelo en situación de vida normal explorada, tocó preguntar por el duelo en el confinamiento. Maribel nos habló de dos cosas muy importantes que se habían perdido en la pandemia: los rituales y el contacto. En conjunto, las dos cosas ayudan a conceptualizar y entender la pérdida que se ha sufrido y dar salida a la emoción. Perderlos favorece que los duelos se congelen. Y no atender a esta situación puede generar una cronificación del duelo y un posible trauma de duelo.

Al preguntar sobre cómo podíamos actuar en esas situaciones, nos propuso que intentásemos compensar estos rituales básicos de despedidas a través de otros medios, para así mantener latente el dolor y que la persona no lo encerrara en el olvido. Además nos dio varios consejos a tener en cuenta: tomar conciencia del estado de ánimo; estar en contacto con gente con la que podamos hablar; escribir una carta a la persona que ya no está (por ejemplo de aquello que me quedó por decir); hacer un álbum de fotos de la persona que se fue, etc.

Por último, quisimos saber cómo era para ella, como profesional, acompañar en todo este proceso y cómo se cuida. Lo principal es escucharse mucho, practicar meditación y estár atenta de cómo está para hablar, siendo honesta, consigo misma y actuar en consecuencia. 

Si consideras que necesitas ayuda con el acompañamiento a la pérdida puedes contactar con nosotros aquí